San Damián de Molokai, antes llamado José Veuster, es llamado “el leproso voluntario”, porque con tal de poder atender a los leprosos que estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como ellos. Benedicto XVI lo canonizó el 11 de octubre de 2009.
A los 18 años dejó su pueblo natal, Tremeloo, para ir a estudiar a Bruselas. A los 20 años entró de religioso en la Congregación de los Sagrados Corazones. Deseaba ser un gran misionero como San Francisco Javier.
De joven religioso fue destinado a las Islas Hawai y pidió al Obispo de dicha Diócesis cuidar de los enfermos de lepra en la Isla de Molokai, donde permaneció toda su vida y murió leproso. Por eso se le llama “el leproso voluntario”.
Conocida es la frase del San Damián, escrita en el año 1886: “El santísimo Sacramento es la verdadera fuerza para todos nosotros. Sin la presencia continua de nuestro Divino Maestro en el altar de mis pobres capillas, jamás hubiera podido perseverar en quedarme con los leprosos de Molokai”.
San Damián encarnó fielmente el carisma de su Congregación, viviendo el espíritu misionero y el amor inflamado de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Amó a los más pobres y desamparados; cuidó de aquellos, a los que la sociedad de entonces rechazaba como apestados; dedicó toda su vida a evangelizar, a socorrer, a animar a todos aquellos, que se encontraban sin esperanza, sin recursos para vivir y sin afecto humano.
San Damián se consagró al Corazón de Jesús, en respuesta a la invitación de Cristo a seguirle más de cerca, entregando generosamente su vida a los más pobres, con una disponibilidad sin reserva a Dios y al prójimo necesitado.
San Damián puso sus ojos en el Corazón de María, para tomarla como modelo de fe obediente, de mirada contemplativa y de solicitud maternal.
Antes de morir, dijo San Damián de Molokai: “Qué dulce se me hace el morir, cuando pienso que muero como hijo de los Sagrados Corazones”.