Estos días ha estado en España Patrick Deneen, uno de los autores más sugerentes del actual panorama intelectual estadounidense y autor del libro ¿Por qué ha fracasado el liberalismo?, que se puede adquirir en Librería Balmes.
Aprovechando su paso por Madrid, Fernando Bonete ha entrevistado a Deneen para Eldebate de hoy. Una entrevista jugosa que abre el apetito para hincarle el diente a su libro:
“Fernando Bonete: Me gustaría comenzar por los orígenes de su pensamiento. Muchos intuimos similitudes con el comunitarismo, con autores como MacIntyre, Charles Taylor, Sandel… ¿Se considera influenciado por esta corriente?
Patrick Deneen: Fui profundamente influenciado por estos pensadores en el momento de mi formación intelectual y mis estudios de doctorado. Pero considero que los comunitaristas, quizá con la excepción de MacIntyre, intentaron corregir el liberalismo aplicando un correctivo, el de la comunidad, en el marco del mismo liberalismo que yo no comparto y critico.
Ese empeño, si alguna vez fue realista, no puedo asumirlo ahora que las deficiencias y el fracaso del liberalismo parecen tan claros y es tan evidente que no puede existir una reforma basada en el comunitarismo. El liberalismo es eminentemente individualista.
F.B.: Por la repercusión intelectual y éxito de sus libros, casi coincidentes en el tiempo, se le ha comparado también con Rod Dreher.
P.D.: Ambos coincidimos en la idea de vivir de forma distinta al orden liberal moderno. Sin embargo, él es periodista, un pensador pragmático, y yo soy un teórico político, y creo que no solo tiene que llevarse a cabo una reacción estratégica, sino toda una exhaustiva reflexión sobre las alternativas, que seguro será protagonista de mi próximo libro.
F.B.: Sin embargo, ¿no habla usted de algo parecido cuando se refiere, en el comienzo de su libro, a la necesidad de “formas locales y reducidas de resistencia” y a una “democracia a pequeña escala”?
P.D.: Sí, pero entiendo estas pequeñas comunidades no solo como un lugar para preservar un determinado modo de vida o forma de entender el mundo, sino como una presencia genuina en un mundo que necesita alternativas.
El tipo de comunidades de las que yo hablo, quizá en línea con las primeras comunidades cristianas, deben tener un papel activo, y ser vistas tan diferentes y esperanzadoras en contraste con un mundo que ha rechazado la esperanza, que atraigan a los demás, pero no con el deseo de aislarse, sino con la invitación de construir juntos un orden diferente.
F.B.: Un orden ajeno al liberalismo, del que ha dicho que “ha fracasado, pero no por haberse quedado corto, sino porque ha sido fiel a sus principios. Ha fracasado porque ha tenido éxito”. ¿Qué quiere expresar con esta paradoja?
P.D.: Muchas de las personas que viven en el marco del orden liberal asumen que todas las crisis y problemas que existen se corrigen con la aplicación de más y mejores medidas liberales. Que las deficiencias del sistema se producen porque el liberalismo no ha llegado a su perfección y no ha obtenido todo su éxito y forma final todavía. Por el contrario, yo sostengo que los problemas no son fruto de una aplicación insuficiente de las normas y soluciones del liberalismo, sino resultado de su aplicación.
Entiendo todas las crisis actuales, a pequeña y gran escala, como resultado del éxito del proyecto liberal. Para superarlas, el reto no es encontrar nuevas medidas basadas en el liberalismo, sino sobrepasar este tipo de medidas hacia un futuro posliberal.
F.B.: ¿Y cómo sería ese futuro posliberal?
P.D.: Si queremos evitar los desastres causados por el liberalismo tenemos que liberarnos de sus argumentos. Y el principal de estos argumentos es su forma de entender la libertad como una manera de liberarnos de los demás, de iniciar relaciones sin ataduras, propósito o significado, de avanzar económica y tecnológicamente sin límites…
No se trata de desandar el camino recorrido para suprimir libertades, sino de liberarnos de esa manera de entender la libertad como la mera e insaciable capacidad de satisfacer nuestros deseos. De crear una nueva propuesta y orden creativos, ilusionantes, en que la libertad vuelva a recuperar su significado natural y original.
F.B.: En el ejercicio de esa libertad garantizada por el liberalismo, su colega, el profesor John Finnis fue acusado de homofobia y afrontó una posible expulsión de la Universidad de Oxford por sus investigaciones acerca de la homosexualidad. Pese a las infinitas libertades de las que disfrutamos, ciertas declaraciones sobre temas contrarios a la opinión establecida provocan la censura.
P.D.: Yo a esto lo llamo “liberalismo liberal”, puesto que del mismo liberalismo, como resultado de sus mismas premisas, se llevan a cabo acciones antiliberales. Incluyo aquí la censura de la que me habla, así como las prácticas de dominación por parte del Estado, sanciones sociales y económicas para regular no solo lo que decimos, sino lo que pensamos o lo que se nos permite pensar. En ese sentido, el liberalismo no está tan lejos de los mundos distópicos de Orwell.
Pero todo esto no debería sorprendernos, dado que el liberalismo no es, como muchos querían y aún quieren pensar, una corriente neutral que admite todos los puntos de vista con el objetivo de garantizar la expresión de todos en la esfera pública. Esta reivindicación del liberalismo, el establecimiento de un orden en el que se respetan las opiniones de todos, el imperio de la razón garantizando la expresión racional de todos, ha resultado ser falsa. Hemos visto cómo la “liberación” del ser humano, especialmente en el ámbito sexual, se ha convertido en la nueva religión, en la que se pretende la ortodoxia y se persigue a los herejes que disienten.
Era por tanto predecible, puesto que el liberalismo es lo que siempre fue y estuvo destinado a ser, un sistema de control y dominación para liberarnos de nuestra propia naturaleza y negarnos los unos a los otros.
F.B.: ¿Cómo se traduce todo esto a la esfera política actual?
P.D.: Hemos vivido en los últimos años el surgimiento y éxito de formas ideológicas y partidos de extrema izquierda y derecha, y el agotamiento de las posturas y partidos de centro, una prueba más del descontento de los ciudadanos y de que el orden liberal es suficiente. Sin embargo, toda reacción por parte de nuestros mandatarios se ha reducido a criticar y culpar al populismo, cuando la situación ha sido provocada por ellos mismos al querer perpetuar el orden liberal, algo que, claramente, les ha beneficiado, tanto a unos como a otros, en todo el espectro político.
Por tanto, es en la Universidad y desde las élites del pensamiento desde los que tendría que llegar la introspección, el debate y una verdadera respuesta a esta situación. Sin embargo, encuentro que sus líderes hacen suyos los argumentos de nuestros mandatarios políticos, proclamándose inmunes a los problemas que nos plantea la situación. No dejo de animar a mis colegas a realizar una reflexión que es del todo urgente.
F.B.: Parece existir una conexión entre liberalismo y catolicismo en la que muchos pensadores se sienten cómodos. ¿Es posible esta alianza?
P.D.: No puedo hablar de la situación española, no la conozco, pero sí puedo decir que en Estados Unidos los últimos cincuenta, sesenta años han venido marcados por esta alianza. Creo que hoy muchos católicos, entre ellos yo mismo, se están replanteando esta asociación entre catolicismo y liberalismo, y diría que la gran mayoría de pensadores que se cuestionan la viabilidad del liberalismo en Estados Unidos son católicos.
F.B.: Por lo tanto la Iglesia tiene una responsabilidad innegable en la búsqueda de un nuevo orden.
P.D.: Sí, ya he mencionado antes que es desde las Universidades católicas y gracias a los pensadores católicos que el debate está siendo posible. Lo mismo diría para España, es desde esas esferas desde donde tiene que llegar la respuesta, para llevar después la cuestión a los grandes círculos de discusión académicos y políticos de la nación.
Vivimos una situación propicia para generar esta reflexión. Es, por así decirlo, el lugar y el momento adecuados para ser creativos y buscar una solución que vaya más allá de una mera corrección a lo que ya tenemos.
F.B.: ¿Y cómo cree que podríamos estimular este debate desde el seno de la Universidad?
P.D.: No hay duda de que la Universidad, y son contadas las excepciones, ha sido infectada por el liberalismo, de forma que la Universidad se dedica a preparar a sus alumnos para insertarse en el régimen liberal, con todos sus condicionantes. La Universidad se ha plegado al liberalismo y colabora en su implantación. Pero, retomando la cuestión de la oportunidad, ahora es cuando ciertas Universidades pueden diferenciarse del resto ofreciendo estudios, programas que propongan otras vías de formación basadas en las Humanidades, que creen una nueva conciencia y una base de futuro entre nuestros jóvenes para que el cuestionamiento frente al liberalismo siga creciendo.”