

La Edad Media tiene mala fama. ¿Acaso no decimos «medieval» para referirnos a algo oscuro, primitivo o bárbaro? El historiador Martín Aurell aborda este periodo tan heterogéneo e injustamente tratado, que abarca un largo milenio, desde el siglo V hasta el XV, en su último libro, Diez ideas falsas sobre la Edad Media. Rebatiendo diez grandes ideas preconcebidas una a una hasta derribarlas, presenta un magistral vademécum que destaca por su rigurosidad, su solidez y su ritmo narrativo.
Aurell acaba de conceder una entrevista a Nueva Revista, de la que entresacamos algunas respuestas:
—Según Michel Onfray, en el concilio de Maçon (550) se discutió que la mujer tuviera alma. ¿Es así?
—Todo nace de un malentendido: desde el siglo XVIII se malinterpreta un texto de Gregorio de Tours sobre las discusiones de aquel concilio. En ellas no se hablaba del alma de la mujer, sino que se debatía si el término gramatical hombre incluía a la mujer. Era una discusión lingüística sobre el epiceno (adjetivo que, con un solo género gramatical, puede designar seres de uno y otro sexo). Pero el tópico llegó hasta Victor Hugo que en La leyenda de los siglos, afirma que clérigos rígidos negaron antaño el alma a las mujeres. Lo cual es una falsedad.
—¿Sale ganando la mujer en la Edad Media respecto a la situación de dependencia del varón que imponía el Derecho romano?
—Así es. El derecho romano era bastante misógino: la mujer necesita un tutor (padre si soltera, marido si casada) para cumplir actos jurídicos, y eso cambia con el derecho germánico, a partir del siglo VI, mucho más favorable a la mujer: una vez casada podía colaborar con el esposo en la administración de los bienes familiares y tomar decisiones con él. Y cuando enviuda puede recuperar los bienes de su marido, lo que le da una capacidad jurídica superior a la del sistema romano.
Y a partir del siglo XI, la Iglesia insiste en que los esposos (hombre y mujer) expresen explícitamente el libre consentimiento en la boda. Nada que ver con la concepción del matrimonio de la antigua Roma. De hecho, un papa (Urbano II) reprendió al rey Sancho Ramírez de Aragón, porque pretendía obligar a casarse a una sobrina con un caballero en pago por sus servicios.
—Cuenta en el libro que en la Edad Media hay mujeres que dirigen reinos, anulan matrimonios, se enfrentan a los pontífices o van a las cruzadas…
—En efecto. Las mujeres de la nobleza tenían una inmensa capacidad para actuar. En el siglo XII tenemos a la reina Urraca, de Castilla y León, que se enfrentó y se separó de su marido, Alfonso el Batallador; o a Leonor de Aquitania, esposa de Luis VII de Francia y luego de Enrique Plantagenet de Inglaterra, una mujer culta, que fue a las cruzadas. Otras hicieron la guerra como Ermengarda de Narbona, que se enfrentó a sus sobrinos de Lara; Margarita de Beverley, que defendió Jerusalén contra Saladino. Y hubo mujeres cultas, como María de Francia, que en el siglo XII fue la primera escritora en lengua francesa.
—¿Y los mendigos, que proliferaban por toda Europa?
—La Iglesia medieval no solo se ocupó de ellos, sino que franciscanos y dominicos adoptan su condición, se hacen ellos mismos mendigos, por eso se llaman frailes mendicantes. En la época merovingia en Francia o visigoda en España, se atendía al pobre dándole limosnas, pero con la revolución de san Francisco de Asís en el siglo XIII, es el fraile el que se entrega en persona y vive de la limosna, a diferencia de otros monjes que se sostenían con el cultivo de huertos o con rentas.
—Según el tópico, la Edad Media no inventa nada, pero ¿dónde salen las gafas, el astrolabio y la brújula?
—El Descubrimiento de América no habría sido posible sin los progresos del siglo XIII que permitieron navegar, no solo siguiendo la costa sino atravesando océanos gracias al astrolabio y la brújula. Las gafas, que surgen en el siglo XIV, permiten alargar la vida intelectual de los estudiosos, los científicos, los copistas. Y en medicina, aparece la anestesia, los calmantes o los desinfectantes para curar las heridas. Y en la agricultura, el gran invento de los molinos que se propagaron por todo Occidente; y el dominio de la fuerza hidráulica y eólica ahorró tareas agotadoras que los romanos reservaban a los esclavos. Se inventaron también nuevos yugos multiplicando la capacidad de los animales de tiro. El uso de la fuerza hidráulica para los martillos de fragua le dio un notable impulso a la siderurgia. La lista es larga: el botón, la carretilla, el ajedrez, los naipes.
—El Medievo terminó con la esclavitud rural, sin embargo seguía habiendo siervos.
— Sí, había siervos en el Medievo, pero el avance es muy notable. Porque jurídica y filosóficamente el esclavo está considerado una cosa, propiedad del amo. Aristóteles define al esclavo como «un instrumento que tiene voz» y el siervo, en cambio, es una persona, que tiene derecho a un tribunal, a una herencia, a casarse con quien quiere.
—En el libro desmiente también el tópico de la oscuridad: con el gótico llegó la luz.
—El gótico es una revolución, porque inunda de luz las iglesias que, en el románico eran oscuras —aunque con una belleza increíble—. Hay una filosofía detrás, del Pseudo-Dionisio Areopagita, sobre la jerarquía de la luz, en cuya pirámide está Dios, «sol de justicia» y «rayo supra esencial». La luz atraviesa la vidriera e ilumina la catedral, y el rosetón, que suele representar la coronación de la Virgen o el juicio final, anticipa realidades teológicas como la visión beatífica, o contemplación de Dios.
Eso se traduce en el estudio científico de la luz y sus propiedades y el desarrollo de la óptica con el invento de las lentes. Y hasta en la moda, con la revolución de los colores. El rojo fue el color preferido en la ropa, el negro se impuso más bien en la Edad Moderna. Las viudas medievales, por ejemplo, no iban de negro sino de blanco, símbolo de la resurrección.