

Historia y aventura se dan la mano en la nueva obra de un autor bien conocido por los lectores aficionados a la divulgación histórica.
Publicado por La Esfera de los Libros, ésta nueva novela del escritor, periodista y divulgador José Javier Esparza cuenta con una gran ilustración de cubierta del pintor Ferrer Dalmau.
En esta ocasión Esparza nos lleva al reinado de Felipe II y su política exterior, relatando los prolegómenos que le llevaron al Rey a “dar la batalla en San Quintín”.
Batalla de San Quintín
Felipe II heredó de su padre, y este a su vez de los Reyes Católicos y de la corona de Aragón, el enfrentamiento radical con Francia por las posesiones italianas. Fue una interminable pugna, pues los franceses volvían a la carga una y otra vez, incluso con apoyo papal, siendo por lo general derrotados.
El primer gran problema con el que debió bregar Felipe II, apenas coronado, fue un magno ataque francés sobre Italia, con complicidad del papa Pablo IV. Pero el duque de Alba consiguió frenar la ofensiva y Felipe contraatacó desde Flandes en 1557, infligiendo a los franceses, en San Quintín, una derrota que pudo ser decisiva, pues le abría el camino a París.
El autor nos conduce a este momento turbulento exteriormente pero de gran prestigio para la corono española de la mano de maestre de campo de los tercios Julián Romero.
De modo autobiográfico Julián Romero recorre su agitada vida militar introduciéndonos en el ambiente de los tercios españoles. Su lectura es apasionante como la vida del protagonista, que recorre en defensa de sus reyes, Túnez, Italia, Inglaterra, Gante, Francia…
Julián Romero y su santo patrono, por El Greco
Natural de Torrejoncillo del Rey (Cuenca), Julián Romero de Ibarrola se lanzó en 1534 –el año en el que Carlos V reorganizó las coronelías para crear los tercios– a la captura de esa oportunidad.
Con dieciséis años, Julián ingresó en los tercios como mochilero y mozo de tambor. El castellano sirvió en los ejércitos de Carlos V hasta el año 1543. Aparece con el rey en Túnez, después durante unos años sirvió como soldado en Italia y solo se vuelve a tener noticia de él al servicio del rey Enrique VIII de Inglaterra como mercenario, quien le nombra capitán y le concedió el título de sir.
En 1551 decidió abandonar las tierras inglesas y se embarcó de nuevo al continente para integrarse otra vez en los tercios españoles. No cuenta el protagonista cómo aconsejó a Felipe II para que atacase esta posición–, donde dirigió con éxito a una compañía que consiguió capturar al líder de los hugonotes, el conde de Coligny.
Aquella incursión supuso también la primera herida de gravedad: en San Quintín fue alcanzado por una bala de mosquete que le hirió una pierna, causándole una herida que primero le provocó una cojera y más tarde le hizo perder la extremidad “Aún tengo que dar gracias a Santiago de que no hubiera que cortarla, según se solía hacer, para que la gangrena no me comiera el cuerpo”. Pese a todo, Felipe II quedó tan satisfecho con la victoria que no dudó en premiar al conquense con la merced del hábito de Santiago, convirtiéndose así en caballero de la prestigiosa orden.
Gracias este triunfo el Rey francés se apresuró a firmar una paz honrosa para España renunciado a sus posesiones en Italia, la de Cateau-Cambrésis en 1559.
Le agradecemos a José Javier Esparza que vuelva a nuestra memoria aquel épico momento “porque pocas páginas han escrito nuestras armas más gloriosas que aquella victoria”, de la mano de Julio Romero tal vez el mayor héroe de los Tercios.
La figura de quien se convirtió en leyenda de los tercios españoles ha sido pintada por el mismo Greco (o uno de sus discípulos), Lope de Vega le dedicó una comedia, y el también militar y poeta Diego Jiménez de Ayllón, contemporáneo suyo, le dedicó estos versos en su honor:
“Temido vuestro brazo fue y espada
en estas partes y ánimo extremado
y en tierra y mar habéis siempre cursado
vuestra virtud con gloria sublimada…”.