

Distorsionado por quienes quieren presentarlo como una figura eminentemente política, el Arzobispo Óscar Romero acaba de ser canonizado por el Papa Francisco. Lo cierto es que contemplando la vida y obra de Mons. Romero, especialmente en sus tres años como Arzobispo de El Salvador, queda muy claro que, aunque ya entonces eran muchos quienes querían instrumentalizarlo, él sólo quería ser un pastor según el modelo de Cristo.
Mons. Fernando Sáenz, que llegaría a ser también Arzobispo de El Salvador, recordaba la última conversación con Mons. Romero el día en que fue asesinado:
“Durante aquella tertulia hablamos de cuestiones muy diversas. Entonces era frecuente que las guerrillas urbanas ocuparan los templos, y Mons. Romero nos dijo que estaba preocupado por la custodia de los vasos sagrados y los ornamentos litúrgicos de la catedral, que eran antiguos y de gran valor histórico. Le sugirió a un sacerdote que los custodiara en un lugar seguro mientras durara la situación de desorden. Y seguimos conversando sobre asuntos variados. Recuerdo que le propuso al párroco de San José de Guayabal que cultivara maíz y frijoles en el entorno de su parroquia, para que pudiera servir de aprovisionamiento al seminario. Luego hablamos del Padre Pro, de los cristeros mexicanos, etc. A las tres nos sugirió que acabáramos la reunión, porque debía regresar a la ciudad, donde tenía un compromiso. Y hacia las tres y media lo dejé en el Hospital de la Divina Providencia.” Pocas horas después sería asesinado mientras preparaba el altar durante la Misa.
En palabras del papa Francisco, en la persona de Monseñor Romero “el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor: quien en tiempos de difícil convivencia, supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia”.
Añade el Papa que “se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas”.
“Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia” – escribe el Santo Padre –. Y añade que “es necesario renunciar a la violencia de la espada, a la del odio, y vivir la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”.
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