Iván Vélez, que ya nos había regalado varios libros dedicados a la gesta de Hernán Cortés en México acaba de publicar La conquista del Perú, donde se fija en la gesta, quizás menos conocida, de Pizarro.
Una conquista que se inició el 14 de noviembre de 1524, cuando el navío Santiago levó anclas rumbo al Perú. Ahora, cuando se cumplen 500 años del inicio de la aventura andina de Francisco de Pizarro, sin que se esperen grandes actos de conmemoración, aquellos hechos siguen rodeados de mitos y propaganda. El colapso del convulso mundo indígena, la hazaña de un puñado de españoles y las posteriores luchas entre conquistadores integran una de las mayores epopeyas de la humanidad que, sin embargo, la leyenda negra y el olvido han distorsionado.
El investigador Iván Vélez narra la conquista del Imperio inca y el nacimiento del virreinato del que tantos estados americanos son deudores valiéndose de las fuentes originales y de datos inéditos extraídos de los archivos. A lo largo de las 368 páginas de La conquista del Perú asistimos a una de las mayores epopeyas de la humanidad apoyada en la fiel transcripción de aquellos acontecimientos.
Así lo explica el propio autor en una entrevista publicada en La Gaceta:
“Sitúese en la batalla de Cajamarca con la captura de Atahualpa. Allí comienza a establecerse la estructura del imperio español sobre el inca. De la salida de los hombres de Pizarro –desde Panamá– hasta la estabilización del virreinato con Francisco de Toledo. Una hermosa y árida narración en la que tan bien se reconocen los temores y los tormentos que precipitaron los destinos de nuestros hombres. Seremos uno más entre el sol infernal y la noche más oscura, como recién salidos de los Comentarios reales, del Inca Garcilaso. Revivirá una historia de tal potencia que se sentirá atrapado y fascinado, cabalgará al ritmo de los caballos, leerá documentos y crónicas que le llenarán de orgullo y tomará aliento como si estuviera a escasos centímetros de todos ellos.
Todo comienza en la batalla de Cajamarca. Allí empieza a establecerse la estructura del imperio español en el imperio inca…
La captura de Atahualpa en Cajamarca, maniobra de una enorme audacia, supone el choque, cara a cara, de dos mundos. No hay más que fijarse en la entrega que se le hace al emperador inca de un libro, objeto desconocido para él. La prisión del Inca, que aunaba en su persona tal poder, supuso un colapso de su imperio. Aunque luego brotarán rebeliones, es a partir de ese momento cuando el poder español se impone, apoyado, por supuesto, en estructuras previas y en señores que vieron en la llegada de los barbudos la oportunidad de sacudirse el yugo incaico.
Ya no es sólo la leyenda negra sobre España, sino la que sobrevuela en torno a Pizarro como un personaje oscuro… Lo sitúa en el libro a la altura de Julio César. Y en España se le menciona sólo de pasada…
No lo sitúo yo, lo situaron hombres de su tiempo que se miraban en el Mundo Clásico al que, en ocasiones, creyeron superar. Sobre Pizarro hay muchas leyendas. La del porquero analfabeto, la del hombre violento. Sin embargo, sin desdeñar el lado más duro de su personalidad, sin el cual no hubiera sobrevivido en aquel mundo, Pizarro es un hombre que se preocupa por rodearse de una familia marcada por la bastardía. Es también un hombre que, aunque analfabeto, es muy consciente de la importancia de la palabra escrita. Que apenas se le mencione es un efecto lógico de la leyenda negra, que sólo ve sombras en nuestro pasado.
Y logró sus empresas con sólo un puñado de hombres, apuntaba Francisco de Jerez: “¿Cuándo vieron los antiguos tan grandes empresas de tan poca gente contra tanta, y por tantos climas de cielo y golfos de mar y distancias de tierra ir a conquistar lo no visto ni sabido?” Qué eficacia con tan poco “material humano”…
Totalmente, sin un mundo indígena dividido, los españoles hubieran sido aniquilados. Pizarro, que tenía ya una amplia experiencia en el Nuevo Mundo, no olvidemos que estuvo presente en la ejecución de Núñez de Balboa, por lo que también conocía de primera mano las pugnas entre españoles, supo ver las fisuras, los enfrentamientos internos entre etnias. A partir de ahí, establece alianzas que son las que les permitieron convertirse en el hombre más poderoso al sur de Panamá.
Chancas, waris, incas, cañaris, amazonas… Su análisis rompe con la idea de esa Arcadia feliz y armónica que los cristianos habrían destruido. Ese mundo anterior a la llegada de los españoles era mucho más complejo y convulso…
Ese mundo adánico es una visión infantil, pueril. Es creer en el buen salvaje. Sin embargo, todos sabemos que ese buen salvaje a menudo solía masacrar al buen salvaje de la tribu de al lado, ya sea para comer, para raptar a sus mujeres o para hacer esclavos. Esa es la realidad, la cruda realidad, a la que llegaron unos españoles que quedaron horrorizados ante, por ejemplo, el hallazgo de “tinajones llenos de niños secos que habían sacrificado” en los templos dedicados al Sol.
Háblenos de la fama y la fortuna. Fueron las promesas de riqueza lo que, en principio, fascinó a la expedición española…
En efecto. Hay que pensar que aquellos hombres manejaban ideas fantásticas, mitos que creían posibles en el Nuevo Mundo. El Dorado, las amazonas, el País de la Canela. He querido prestar atención a estos aspectos para no escribir una obra puramente positivista consistente en una acumulación de nombres y fechas. Los españoles buscaban fortuna, enriquecimiento, pero tenían también una idea de trascendencia que, de algún modo, consiguen cuando se exhuman sus documentos.
Pizarro mostró, en ocasiones, sus temores recogiéndose en profunda cristiandad por su alma. La religión, cuando no se le da aires fanáticos, tiene un efecto civilizador en las relaciones humanas, recuerdo escuchar en alguna charla a Vargas Llosa…
Pizarro y sus compañeros eran profundamente católicos, lo cual no impidió que cometieran crímenes y excesos. Sin embargo, la fe les fortalecía. Frente a la religiosidad de los Incas, los españoles creían estar ayudados por un Dios más poderoso”.