

Robert Hugh Benson escribió una de las más inquietantes y, al mismo tiempo, esperanzadoras novelas apocalípticas. Nos referimos, claro está, a su Señor del Mundo (traducido también en ocasiones como Amo del Mundo), una novela imprescindible que marca a quien la ha leído, como confesaba Benedicto XVI, y que el mismo Papa Francisco ha recomendado vivamente.
El que es probablemente el mayor especialista en literatura católica inglesa, Joseph Pearce, se hacía eco recientemente de la actualidad de Señor del Mundo desde The Imaginative Conservative. En Religión en Libertad han traducido estas interesantes reflexiones que confirman la importancia de leer (o releer) esta magnífica novela:
Mejor que Huxley y Benson
Quizá la prueba más evidente del genio de Benson se encuentra en la facilidad con la que combinaba géneros literarios. Además de sus novelas históricas, también se sentía a gusto con novelas de planteamiento contemporáneo, como The Necromancers [Los nigromantes], una novela donde advierte sobre los peligros del espiritualismo, o con fantasías futuristas como en el Señor del Mundo.
Esta última es auténticamente notable y merece situarse al lado de Un mundo feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell como un clásico de la ficción distópica. De hecho, aunque las obras maestras modernas de Huxley y Orwell merecen un mérito igual a ella como obras literarias, son claramente inferiores como obras proféticas. Las dictaduras políticas que hicieron de la novela-pesadilla de Orwell un poderoso presagio ya son historia. Hoy, su fábula de mal agüero sirve solo como un oportuno recordatorio de lo que fue y puede volver a ser, si no se hace caso a los avisos de la historia. Por el contrario, la novela-pesadilla de Benson se está verificando ante nuestros ojos.
Guerra a la religión
En el mundo descrito en Señor del Mundo, un insidioso secularismo y un humanismo sin Dios han triunfado sobre la religión y la moralidad tradicional. Es un mundo donde el relativismo filosófico ha triunfado sobre la objetividad; un mundo donde, en nombre de la tolerancia, no se tolera la doctrina religiosa. Es un mundo donde la eutanasia se ejerce ampliamente y la religión apenas se practica. El señor de este mundo de pesadilla es un político de apariencia benéfica decidido a alcanzar el poder en nombre de la “paz” y decidido a destruir la religión en nombre de la “verdad”. En semejante mundo, solo una Iglesia pequeña y desafiante se mantiene en pie contra el demoniaco “Señor del Mundo”.