

La figura del Anticristo siempre ha levantado mucho interés. A partir, principalmente, del discurso escatológico de Jesús recogido en el Evangelio según san Mateo, de la segunda carta de San Pablo a los Telasonicenses, de la primera epístola de San Juan y, por supuesto, del Apocalipsis, se ha ido penetrando en el perfil de este “hombre de iniquidad”.
Recientemente Jesús Mª Silva ha publicado La venida del Anticristo. Los signos del fin, un ensayo en el que se explora de modo sistemático esta enigmática figura y que pone las bases para su estudio y comprensión. Silva sigue la estela de una obra de referencia en esta materia, los Cuatro sermones sobre el Anticristo de John Henry Newman, en la que Newman pone sus extensos conocimientos, especialmente patrísticos, al servicio de un conocimiento más preciso de la figura del Anticristo. Los sermones que componen esta obra (El tiempo del Anticristo, La religión del Anticristo, La ciudad del Anticristo y La persecución del Anticristo) fueron predicados durante los cuatro domingos del tiempo de Adviento de 1835 y en ellos Newman analiza algunos de sus precursores, pues como escribió san Juan: “Habéis oído que tiene que venir el Anticristo: pues bien, ya han aparecido muchos anticristos”, desde Antíoco Epifanes a Mahoma, pasando por Juliano el Apóstata.
Pero si son numerosos los estudios teológicos sobre el Anticristo, más incluso lo son las obras de ficción en que aparece el Anticristo como protagonista o, al menos, como la figura sobre la que se construye la trama. En este campo la primera y obvia referencia es la obra de Vladimir Soloviev, Los tres diálogos y el relato del Anticristo, que incluye ese relato que marcó un antes y un después de la concepción que muchos tenían del Anticristo. Más allá de algunos detalles más o menos verosímiles, y que el mismo Soloviev advierte que no son más que suposiciones, destaca con poderosa fuerza el retrato del Anticristo y el relato de su ascenso hasta el mayor grado de poder que puede ser concebible en la Tierra. No se muestra como aquel desagradable ser demoníaco que nos presentan ciertas imágenes medievales, sino como un joven inteligente y atractivo, seductor y filántropo, comprensivo y tolerante.
Poco tiempo después de la aparición del libro de Soloviev, es Robert Hugh Benson quien nos dejará otra de las novelas imprescindibles sobre el Anticristo: nos referimos a la célebre Señor del mundo. Benson nos lleva hasta un tiempo futuro que en muchos aspectos ya es el nuestro, un mundo globalizado y tecnológico que ha negado a Dios, y una religión que se ha difuminado en un humanitarismo sin alma. Una sociedad relativista y materialista en la que no cabe la Iglesia… Cuando ya está todo preparado, un gran líder político, de apariencia humanista y solidaria, logra unificar casi todo el planeta hablando de paz… pero ocultando detrás un gran mal. En palabras del Papa Francisco -que ha recomendado frecuentemente su lectura- es una novela que ejemplifica “el espíritu de la mundanidad que nos lleva a la apostasía”.
Y si hablamos de autores contemporáneos, es obligada la lectura de El Padre Elías, la obra del canadiense Michael O. Brien que nos sitúa en la actualidad, pero una actualidad en la que la venida del Anticristo es inminente y el Papa recurre a un carmelita, el Padre Elías, para intentar desenmascararle y así poder salvar el mundo, teniendo que introducirse en el círculo de un personaje poderoso que bajo mensajes de armonía y de paz esconde al propio Anticristo. Una novela que el propio autor completa con El Padre Elías en Jerusalén, en la que nuestro protagonista, ahora obispo, se ve asediado bajo la acusación de un asesinato del que es inocente. Su misión, sin embargo, no ha concluido. El hombre a quien considera el Anticristo continúa acumulando poder, fama y halagos. El anciano religioso ya fracasó una vez en el intento de reconducirle a Dios, pero el encargo que le hizo el Papa ha de ser cumplido, aunque sea en circunstancias angustiosas. Enterado de que su antagonista va a viajar a Jerusalén, se desplaza hasta allá para desenmascararle. En el lugar donde murió y resucitó Jesucristo, debe enfrentarse a él y señalarle como la peor amenaza espiritual para la humanidad. Y para acabar este recorrido por la literatura apocalíptica, una referencia a una obra escrita originalmente en español, Omega 666. El planeta gris. Su autor, Juan Luis Gallardo, nos lleva hasta un mundo distópico que suena plausible: un solo gran Estado post nacional, la Gran Coalición del Norte, domina medio mundo y ha implantado una especie de utopía progresista tras aniquilar en una gran guerra al islam y decretar la unificación de todas las religiones en un culto sincrético. Una sociedad en que el aborto es común, la familia (y la reproducción natural) están prohibidas, la generación es completamente artificial y la eutanasia obligatoria al alcanzar determinada edad y donde la gente es adicta a una bebida que contiene droga y anticonceptivos. Unos cuantos cristianos han escapado, siguiendo al Papa, y se han escondido en el remoto sur, mientras que la tecnología espacial ha avanzado tanto que nos permite viajar por el espacio hasta descubrir un nuevo planeta, bautizado como Omega 666, un planeta gris y triste con sorprendentes similitudes con la Tier