

Benigno Blanco escribe en Nueva Revista para recomendarnos el último libro de Douglas Murray, La masa enfurecida.
Murray, nos explica Benigno Blanco, “pone de manifiesto en este libro cómo en un breve plazo –poco más de un cuarto de siglo- se ha creado una nueva ideología: la que sustenta las políticas de identidad hoy tan pujantes tanto en EE.UU. como en Europa y, por exportación ideológica, en el resto del mundo. Murray analiza la falta de consistencia intelectual de estas nuevas ideologías y políticas, a la par que desvela sus potenciales consecuencias negativas para nuestras sociedades libres.
La obra de Murray intenta poner de manifiesto la carencia de fundamento fáctico y científico de la ideología y el peligro para las libertades democráticas que su expansión supone en nuestros días. Cada capítulo analiza hechos de actualidad vinculados a las luchas de los defensores de las políticas de identidad, especialmente del ámbito británico y estadounidense; es decir, no es un obra meramente teórica, sino un análisis de actualidad con pulso periodístico y profundidad intelectual que pretende ayudar a interpretar las claves de un fenómeno de hoy.
Murray constata ya desde la introducción que, tras la muerte en el siglo XX de todos los relatos explicativos de la realidad vigentes durante siglos, en el mundo posmoderno están proliferando ideas que aspiran a proponer explicaciones y teleologías para llenar el vacío de sentido que existe hoy. El problema, según Murray, es que estas nuevas ideologías “nos invitan a creer cosas en las que no es posible creer” (pág. 21) y que la extensión de tales ideologías hace verosímil que los derechos humanos retrocedan o desaparezcan y con ellos la democracia tal y como la conocemos.
Eso que no es posible creer es que las personas se reducen a una identidad determinada por la raza, el sexo, el género o la orientación sexual y que esas presuntas identidades explican todo tipo de injusticias y discriminaciones históricas, frente a las que hay que luchar a través de las políticas de identidad que están llevando al mundo a la locura como indica el subtítulo de este libro; que -en lógica consecuencia- se estructura en cuatro secciones dedicadas a las ideologías identitarias articuladas respectivamente alrededor de la homosexualidad, las mujeres, la raza y la condición trans; aunque la llamada interseccionalidad, es decir, la acumulación de distintas identidades o discriminaciones en cada supuesto así como las contradicciones insalvables entre ellas, está presente en toda la obra.
Murray destaca cómo todas estas políticas empezaron como algo noble y de ahí su empuje y credibilidad, pero “en un momento dado, sin embargo, todas descarrilaron”. Ese momento llegó cuando sus defensores dejaron de luchar por la igualdad y pasaron a reivindicarse como “los mejores” y a descalificar a todo discrepante como intolerante, homófobo, racista, etc. Así empezaron a justificarse las banderías, las batallas para acallar al discrepante como a un enemigo y hasta los atentados a derechos básicos como la libertad de expresión, hasta ahora considerados sagrados y esenciales en una democracia.
Nuestra vida pública va así poco a poco sustituyendo el debate democrático en libertad por una pugna de grupos identitarios que se creen legitimados, incluso obligados, por agravios presentes o pasados, reales o ficticios, para imponer sus prejuicios a todos, incluso al precio de conculcar la convivencia en libertad y los derechos de quienes -por no ser de la minoría identitaria- ya no tienen los mismos derechos que los demás. El libro de Murray nos invita a pensar si no estamos creando un monstruo que corroe nuestras democracias: “la posibilidad de retroceder en materia de derechos -incluidos los buenos- es más verosímil cada día”.
Este libro –concluye Blanco– “ayuda a pensar sobre nuestra época y destaca por su sentido común”. Por eso merece la pena leerlo.