

El último e indispensable libro del cardenal Sarah, «Se hace tarde y anochece», está llamando la atención sobre el presente de la vida de la Iglesia.
Coincidiendo con la aparición de su traducción al inglés, el cardenal ha concedido una extensa entrevista a Edward Pentin, corresponsal en Roma del National Catholic Register, que se puede leer al completo en Infocatólica.
Reproducimos aquí algunos de los fragmentos de la entrevista que resuenan como aldabonazos en medio del silencio:
“Que no se malinterprete este libro. No desarrollo tesis personales ni una investigación académica. Este libro es un grito de mi corazón como sacerdote y pastor.
Sufro tanto al ver la Iglesia desfigurada y confusa. Sufro tanto al ver el Evangelio y la doctrina católica menospreciadas, la Eucaristía ignorada o profanada. Sufro tanto al ver sacerdotes abandonados, desanimados y (viendo a aquellos) cuya fe se ha vuelto tibia.
El declive de la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía está en el centro de la actual crisis de la Iglesia y su debilitamiento, especialmente en Occidente.
Yo quería abrir mi corazón y compartir una certeza: la profunda crisis que la Iglesia está experimentando en el mundo y especialmente en Occidente es el fruto de olvidar a Dios. Si nuestra primera preocupación no es Dios, entonces todo lo demás falla. En la raíz de todas las crisis antropológicas, políticas, sociales, culturales, geopolíticas está el olvidar la primacía de Dios.
He intentado mostrar en este libro que la raíz común de todas las crisis actuales se encuentra en este ateísmo fluido que, sin negar a Dios, vive en la práctica como si no existiera.
En la conclusión de mi libro, hablo de este veneno del cual somos todos víctimas: el ateísmo líquido. Lo infiltra todo, incluso nuestros discursos como clérigos. Consiste en admitir, junto con la fe, modos de vivir o de pensar radicalmente paganos y mundanos..
Creo que estamos en un punto de inflexión en la historia de la Iglesia. Sí, la Iglesia necesita una reforma profunda y radical que debe empezar con una reforma de la forma de ser y de vivir de los sacerdotes. La Iglesia es santa por sí misma. Pero nuestros pecados y nuestras preocupaciones mundanas impiden que esta santidad brille.
Estoy seguro de que son los santos los que cambian la historia. Después siguen las estructuras que sólo perpetúan la acción de los santos.
Nuestra primera razón para la esperanza es, por lo tanto, Dios mismo. ¡Él nunca nos abandonará! Nosotros creemos firmemente en su promesa. Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Santa Iglesia católica. Ella siempre será el Arca de la Salvación. Siempre habrá suficiente luz para el que busca la verdad con un corazón puro.
Nos estamos enfrentando a una cacofonía real de obispos y sacerdotes. Todo el mundo quiere imponer su opinión personal como si fuera la verdad. Pero solo hay una verdad: Cristo y su enseñanza. .
Alguna gente usa Amoris Laetitia para oponerse a las grandes enseñanzas de Juan Pablo II. Están equivocados. Lo que era cierto ayer también lo es hoy.
Si introducimos rupturas, rompemos la unidad de la Iglesia. Aquellos que anuncian en voz alta revoluciones y cambios radicales son falsos profetas. No buscan el bien del rebaño. Busca en la popularidad de los medios de comunicación a costa de la verdad divina. No nos dejemos impresionar. Solo la verdad nos hará libres.
La trivialización del altar, del espacio sagrado que nos rodea ha provocado desastres espirituales. Si el altar ya no es el umbral sagrado más allá del cual Dios habita, ¿cómo podremos encontrar la alegría de acercarnos a él? .
Negarse a considerar la liturgia como opus Dei, «obra de Dios», es correr el riesgo de transformarla en una obra humana. Entonces disfrutamos inventando, creando, multiplicando las fórmulas, las opciones, imaginando que hablando mucho y multiplicando las fórmulas y opciones, se les escuchará mejor (ver Mt 6, 7).
Si la liturgia es la obra de Cristo, no es necesario que el celebrante introduzca sus propios comentarios. No es la multitud de fórmulas y opciones o el continuo cambio de oraciones y una exuberante creatividad litúrgica lo que agrada a Dios sino la metanoia, el cambio radical en nuestras vidas y comportamientos seriamente contaminados por el pecado y marcados por el ateísmo líquido.
La ideología de género es el rechazo luciferino a recibir de Dios una naturaleza sexual. Occidente se niega a recibir; sólo acepta lo que construye por sí mismo. El transhumanismo es la personificación definitiva de este movimiento. Toda naturaleza humana, debido al hecho de que es un don de Dios, resulta insoportable para el hombre occidental.
Creo que los obispos, los sacerdotes y los fieles en todo el mundo deben alzarse para expresar el amor por la cruz, el sacerdocio y el celibato. Estos ataques contra el sacerdocio vienen de los más ricos. Alguna gente cree que son todopoderosos porque financian a las iglesias más pobres. Pero no debemos dejarnos intimidar por su poder y su dinero.
Un hombre de rodillas es más poderoso que el mundo. Es un bastión inexpugnable contra el ateísmo y la locura de los hombres. Un hombre de rodillas hace temblar el orgullo de Satanás.”