

Nos informan desde Infocatólica de que Roberto Esteban Duque acaba de publicar un nuevo ensayo sobre uno de los temas más en boga de la bioética y la moral: «Nostalgia de futuro. Transhumanismo y desafíos a la naturaleza humana». En la obra se abordan los orígenes, fundamentos y peligros de la pretensión de alcanzar una naturaleza humana «mejorada» de manera acrítica y amoral a través de la tecnología.
La hibridación no es el futuro, ya ha comenzado con las prótesis, los marcapasos, los aparatos acústicos, los medicamentos que mejoran la memoria y el humor, las drogas que optimizan el rendimiento, la medicina anti-edad, las operaciones de cambio de sexo: todo esto ya está entre nosotros. La era cíborg hace su aparición con la experimentación de dispositivos cerebrales para controlar la epilepsia; los ojos electrónicos capaces de grabar imágenes; las nuevas pieles artificiales que pueden «sentir» el frío, el calor y la humedad; los auriculares inteligentes que traducen las conversaciones, casi en tiempo real, en cinco idiomas.
Con ocasión de la publicación por la Editorial Encuentro hemos entrevistado al autor sobre el origen y propósito de la tesis transhumanista, la naturaleza humana, condición de posibilidad y límite de la técnica c
La tesis transhumanista no contempla otros límites que los que la tecnociencia imponga para la transformación (en principio para mejorarla) de la condición humana, aunque ello suponga dejar atrás nuestra propia identidad donde seguiríamos siendo reconocibles como especie biológica.
Esta es la estrategia argumental del transhumanismo: una reingeniería de nuestro cuerpo, donde lo biológico irá perdiendo protagonismo frente a lo tecnológico.
Roberto Esteban Duque aporta un recorrido exhaustivo escalofriante de todas las «mejoras» realizadas en los últimos años, dejando claras las peligrosas intenciones de los transhumanistas: «crear en el sentido que se quiera la propia condición humana».
Esteban Duque señala que ya nadie «duda ya de que la agenda transhumanista está normalizada en las políticas públicas, constatando su influencia en las leyes de igualdad de género, como es el caso de la Open Society Foundation y la Humanity Plus, o en los planes de estudio de distintas universidades. Una agenda que incluye modificaciones genéticas, eliminación de discapacidades, resolución de las deficiencias reproductivas, inteligencia artificial, o aumento de la longevidad».
Para el autor de Nostalgia de Futuro, «si el hombre no tiene naturaleza, no hay criterio para decidir qué es una mejora y qué empeora las cosas, excepto en relación con un criterio extrínseco. Este criterio podría ser el propio deseo, es decir, las simples preferencias personales. Sin embargo, aun cuando las preferencias se basen en criterios intersubjetivos compartidos, no debemos olvidar que estos pueden ser configurados por los parámetros cambiantes de un período histórico particular. Una vez que se han abandonado todos los parámetros objetivos, el «principio de beneficencia» sucumbe a la arbitrariedad.
El párroco y teólogo afronta en su ensayo también cuestiones prácticas: ¿es éticamente aceptable y bueno para la persona implantarle un «chip» de control de constantes vitales para avisarle de riesgos de enfermedades; una discreta cámara para ver por la noche; un dispositivo móvil de comunicación y seguridad con acceso a grandes bases de datos; implantarle un dispositivo para mejorar sus capacidades físicas, tipo exoesqueleto, controlado con la misma facilidad que su cuerpo? ¿Es ético modificar el cuerpo humano sin una necesidad derivada de su propia salud o supervivencia? Si podemos conseguir más salud, un mejor hombre, a través de la tecnología, o la genética de células germinales, ¿no es esto responsabilidad que tiene el hombre sobre sí mismo? ¿Se podría realizar una modificación genética que nos haga inmunes a ciertas enfermedades?… ¿De dónde nace ese afán del programa transhumanista?