Hoy la Iglesia, en especial la Trapa, está de fiesta. Celebramos la festividad del Hermano Rafael Arnáiz, trapense. Nacido en una acomodada familia de Burgos dejó el mundo y todas sus comodidades para solo descansar en la voluntad de Dios siguiendo la Regla de la Trapa.
El Hno. Rafael desde bien joven tenía un carácter sensible para todo lo bello y decidió estudiar Arquitectura en Madrid. En sus días festivos le gustaba visitar a sus tíos, Duques de Maqueda, y ellos le hablaron por primera vez de La Trapa. Empezaba a despertarse su vocación, la entrega total a Dios y la muerte al mundo. Vivir solo para alabarLe.
Tras finalizar el servicio militar, el joven Rafael Arnaiz ingresó en La Trapa el 15 de enero de 1934, adoptando el nombre de fray María Rafael. En el Monasterio de San Isidro de Dueñas, en Palencia. Pero a los cuatro meses el desarrollo de una grave diabetes le obligó a volver a Oviedo, muy a su pesar. Tras irse recuperando gracias a los cuidados familiares, consiguió reingresar, pero ya sólo en calidad de oblato, pues la enfermedad le impedía observar la regla trapense: necesitaba dos inyecciones diarias de insulina. y seguir un régimen alimenticio estricto. La enfermedad supuso su última entrega. Tuvo que salir dos veces más de su amado monasterio a causa de la Guerra Civil y por su enfermedad. Un coma diabético acabó finalmente con su vida el 26 de abril de 1938, a los 27 años de edad (1911-1938). Es considerado como uno de los grandes místicos del s. XX. La Iglesia lo canonizó en 2009.
Una vida ejemplar para todos aquellos que quieran ser santos, que quieran hacer de la voluntad de Dios su paraíso.
«…El Hermano Rafael, aún cercano a nosotros, nos sigue ofreciendo con su ejemplo y sus obras un recorrido atractivo, especialmente para los jóvenes que no se conforman con poco, sino que aspiran a la plena verdad, a la más indecible alegría, que se alcanzan por el amor de Dios. ‘Vida de amor… He aquí la única razón de vivir’”, dice el nuevo santo. E insiste: ‘Del amor de Dios sale todo’. Que el Señor escuche benigno una de las últimas plegarias de San Rafael Arnaiz, cuando le entregaba toda su vida, suplicando: ‘Tómame a mí y date Tú al mundo’. Que se dé para reanimar la vida interior de los cristianos de hoy. Que se dé para que sus hermanos de la Trapa y los centros monásticos sigan siendo ese faro que hace descubrir el íntimo anhelo de Dios que Él ha puesto en cada corazón humano…»