

Esencia de mujer ofrece una breve y selecta antología de textos sobre las principales cuestiones de la agenda feminista: la libertad y la igualdad de la mujer, su sexualidad y sus derechos, el matrimonio y el divorcio, la familia y la educación de los hijos. José Ramón Ayllón, encargado de la introducción y selección de textos, es autor de la biografía El hombre que fue Chesterton.
Chesterton vivió en Londres entre 1874 y 1936 por lo que se puede decir que pudo ver el alcance de las tesis feministas con toda la agudeza y perspicacia propia de este insigne escritor. Dos largas estancias en EUU le permitieron intuir el futuro de la familia en Europa. La pluma de Chesterton no cesó nunca en desgastarse por lo que consideró la célula básica de la sociedad no sólo en sentido biológico sino también en el aspecto social, político, cultural y moral, y eso la hace realmente insustituible.
Siempre vale la pena volver a leer al Chesterton y especialmente sobre estos temas que la cultura dominante de lo políticamente correcto se ha introducido en las mentes de todos; hombres y mujeres. Recordar que el feminismo a lo que nos ha llevado es al rechazo de la maternidad, del matrimonio y de la familia, como si fueran formas de esclavitud del hombre sobre la mujer, nos aclara las ideas. Porque la tesis feminista no sólo se trataba de “la guerra de sexos” sino que pretendía acabar con la misma familia natural formada por un hombre y una mujer que se unen en un matrimonio y conviven bajo el mismo techo. Se trataba de que esta unión dejara de ser el ideal de convivencia humana y el fundamento de la sociedad.
Si quieres recordar la verdadera vocación y grandeza de la mujer y emocionarte al leerla de la pluma de un de los escritores más brillantes del siglo XX no dejes de leer este pequeño libro.
Como nos dice en el prólogo del libro Julio Llorente Chesterton tiene una gran consideración sobre la mujer y su papel en la familia y la sociedad; “No es que Chesterton se opusiera al feminismo porque detestase a la mujer, sino porque la amaba demasiado como para desear que se convirtiera en un hombre. No es que pretendiera que la mujer se ocupase de lo doméstico porque la minusvalorase, sino porque valoraba lo doméstico por encima de todo. No es que deseara mantener a la mujer al margen del mercado laboral porque la considerase incapaz de desenvolverse en él, sino porque consideraba al mercado laboral incapaz de hacer justicia a su belleza. Chesterton no despreciaba la feminidad; en cierto modo, la apreciaba demasiado”.