La Atlántida Roja es quizás la obra más completa acerca del hundimiento del comunismo en la Unión Soviética y los países de Europa del Este, un proceso que se inició hace ahora 30 años, con la caída del Muro de Berlín.
Pablo Ortiz Soto nos explica la importancia de este libro desde su blog, Biblioteca letraherida:
“En la costa norte de Polonia se encuentra la ciudad de Danzig, recordada históricamente por ser el lugar donde comenzó la II Guerra Mundial tras la negativa del gobierno polaco de ceder este territorio a Hitler. Pero también es muy conocida por ser el enclave donde miles de obreros católicos se unieron en los Astilleros Lenin para hacer frente al comunismo, abriendo en agosto de 1980 la primera brecha al Muro de Berlín. Casi una década más tarde, en la noche del 9 de noviembre de 1989 se produjo su derrumbe después de que el portavoz del Partido comunista en Berlín Este, Günter Schabowski, no matizara en la sala de prensa los detalles de la entrada en vigor de la nueva Ley de Viajes al extranjero ni los detalles del permiso –tras la pregunta del periodista italiano Riccardo Ehrman–, dando a entender que se podía emitir desde ese mismo momento. Esta inesperable confusión, que llegó a millones de hogares a través de la televisión, provocaría la fuga masiva de ciudadanos del bloque soviético al democrático”.
Pues bien, todavía hoy, hay quien piensa que fue Mijail Gorbachov, líder de la Perestroika, el que permitió “las mutaciones democráticas de los países comunistas, pero no ha sido él quien las ha provocado. […] El viento de la libertad que sopla en la Europa del Este no ha partido de las estancias del Kremlin, sino de las iglesias de Polonia. No ha sido la revolución desde arriba de Gorbachov, sino la revolución desde debajo de Solidarnosc la que inicia el cambio que contagia a todo el bloque soviético.” Esta reflexión está en presente porque fue escrita en el año 89 por el conocido reportero italiano Luigi Geninazzi, quien siguió el paulatino derrumbe del telón de acero en Polonia, Rumanía, Berlín, Rusia, Checoslovaquia y Hungría. En el 2013 publicó su crónica de aquellos años en un libro que, un tiempo después, sería traducido al español por la editorial Rialp: La Atlántida roja. El fin del comunismo en Europa (Rialp).
Dividido en dos partes precedidas de un prólogo del sindicalista Lech Walesa –líder del movimiento cristiano Solidarnosc (Solidaridad) y más tarde presidente de Polonia–, Geninazzi realiza un viaje por los últimos capítulos del comunismo en los países de la Europa del Este, explicando su complicado camino hacia la libertad durante la década de los 80. Para ello, inserta en su crónica sus propias vivencias e impresiones de los hechos que vivió con testimonios de ciudadanos de las distintas naciones que visita (sus dificultades, reivindicaciones, anécdotas, ambiente) y relata los pasajes más importantes de las entrevistas que mantuvo con los principales protagonistas de este acontecimiento (L. Walesa, Juan Pablo II, V. Havel, etc.) que cambió la historia de occidente y del mundo.
El primer país que analiza con bastante protagonismo es Polonia, situándose primeramente en los hechos que acontecieron en la ciudad de Danzig, donde miles de obreros, liderados por Walesa, plantaron cara al régimen convocando una huelga general pacifista en la que exigieron mejorar su paupérrima situación económica, la readmisión de sus líderes sindicales y recuperar la memoria de los obreros asesinados por el gobierno comunista en diciembre de 1970. En este sentido, a lo largo de las páginas, el autor estudia la figura carismática de Lech Walesa, cuenta cómo, a causa de la dramática situación social por la grave carencia de productos básicos alimenticios y de aseo, por la falta de libertad y la inestabilidad política y económica reinante, este primer brote reivindicativo sin violencia se expandió por el país solidarizándose con todo tipo de trabajadores; además de exponer la declaración de guerra y la represión del general-presidente Wojciech Jaruzelski a su pueblo y el papel que jugó el papa Juan Pablo II para cambiar la situación y defender el Solidarnosc: “Vuestra lucha es para el bien común; es una lucha para algo y no contra alguien”.
También ahonda en esta primera parte, en la trágica historia de Checoslovaquia a partir de 1985 y el régimen del terror impuesto por el tirano Gustáv Husák (durante su mandato se contabilizan 400 campos de concentración); y las reivindicaciones y persecuciones que sufrió el movimiento Carta 77 –documento firmado por cientos de intelectuales, entre ellos Václav Havel y Jan Patocka, que exigían al régimen el respeto de los derechos humanos y el inicio de un proceso democrático–. Finalmente, dedica unos capítulos a explicar su experiencia en Berlín oriental (las familias separadas por el muro, el aire melancólico que se respiraba, la violencia de la Stasi, la educación en las escuelas o la vivencia de los disidentes); y el terrible escenario que se encuentra en su visita a Rumanía en 1987: “las relaciones entre el Estado y el pueblo son peores que entre amo y esclavo”, explica un disidente rumano a Geninazzi.
En la segunda parte, el autor analiza cómo en el año 1989 se desencadenó, en los lugares relatados en la primera parte, una serie de acontecimientos casi inesperados que pusieron el punto final al comunismo en Europa. “El milagro”, definido así por el laico Václav Havel, lo aborda el periodista en primer lugar relatando, desde Varsovia, cómo las masivas huelgas que paralizaron al país, el apoyo de Juan Pablo II y la permisión del Kremlin para que el comunismo sobreviviera –no para imponer la democracia–, precipitaron lo inimaginable años atrás: que el 6 de febrero del 89, el gobierno comunista de Jaruzelski se sentara a negociar en una mesa redonda con el ya premio Nobel de la Paz Lech Walesa, con miembros del sindicato Solidarnosc, con intelectuales y con personalidades eclesiásticas pactando, entre otros aspectos, unas elecciones con condiciones para el día 4 de junio, que el régimen comunista creía que ganaría. Sin embargo, Solidaridad arrasó.
En el caso berlinés, Geninazzi narra los episodios con una pasión tan desbordante que consigue revivir en el lector los acontecimientos previos a la caída del Muro, las emociones de los ciudadanos que se iba encontrando por el camino, las impresiones de las fuerzas occidentales ante el inconcebible imprevisto del derrumbe soviético en Berlín Este y la gran fiesta que se celebró en la Puerta de Brandeburgo: “El Muro cayó en una noche, pero ya hacía tiempo que había comenzado a tambalearse”. Una misma pasión narrativa que expresa no solo en el caso polaco y berlinés sino también en los acontecimientos desencadenados en Checoslovaquia, en Hungría y en Rumanía, que descubrirán sumergiéndose en la lectura de este documento histórico imprescindible para comprender la desintegración del comunismo europeo.
En definitiva, si no conocen esta etapa de la historia o el desmembramiento soviético en alguno de los países comentados, si tienen curiosidad en saber cómo el movimiento de la Solidaridad polaca acabó con el comunismo en el país, si quieren comprender por qué –como afirmó Jaruzelski– “el predominio del Partido no dio buenos frutos ni en el campo económico ni en el político” o cuáles fueron las desastrosas consecuencias sociales y humanas de la bárbara ideología comunista, esta obra que recomiendo encarecidamente es una magnífica oportunidad para responder a sus inquietudes.”
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