¿Quién mejor que José Mª Sánchez Galera, autor del valioso La edad de las nueces, para reseñar un libro que también aborda el impacto del cristianismo en el mundo antiguo? Es lo que han pensado en El Debate a la hora de encargarle su opinión sobre La libertad cristiana, el libro del fraile dominico Adrien Candiard donde se reflexiona sobre las consecuencias que, hace veinte siglos y hoy, se extraen de la carta de San Pablo a Filemón acerca del esclavo Onésimo:
La aparición del cristianismo supuso un cambio en la civilización occidental. A Atenas y Roma se unió una Jerusalén donde la predicación de los apóstoles resonaba entre hombres y mujeres venidos de toda la oikumene, la tierra habitada. Sin embargo, varios de esos cambios tardaron mucho tiempo en completarse, resultaron muy paulatinos, atravesaron etapas premiosas y lánguidas. Por ejemplo, el final de la esclavitud, su definitiva abolición.
Podría decirse que hasta hace un par de generaciones todavía existían esclavos en países cristianos e incluso católicos. Algo que hoy nos puede resultar, cuando menos, chocante. No obstante, conviene añadir que no se localiza en todo el Nuevo Testamento una condena abierta, clara, explícita. Puede entenderse que el Evangelio urge a la emancipación, a la liberación. Aunque siempre se entendió que la primera y principal esclavitud era y es el pecado.
Este libro del fraile dominico Adrien Candiard (París, 1982) aborda la relación entre esclavitud, libertad personal y cristianismo partiendo de la breve carta de Pablo a Filemón. En esta carta, Saulo —que se halla prisionero por predicar a Cristo— informa a su amigo Filemón —también cristiano— de que ha encontrado a Onésimo, un esclavo fugado de la casa de Filemón… y a quien el propio Pablo ha bautizado. En la misiva, el de Tarso no ordena a su destinatario que manumita al esclavo Onésimo, si bien hay un sabor sutil que da a entender que ese sería el ardiente deseo del apóstol de los gentiles. San Pablo asienta los primeros pasos: Filemón y Onésimo son hermanos en Cristo, y por tanto su relación ha de ser, antes que nada, una relación de cariño evangélico. Una relación de hermanos, de familiares. Quien tenga oídos…
Pero Candiard —francés residente en Egipto— no se limita a explicar un acontecimiento y un contexto históricos. ¿Era posible acabar con la esclavitud en aquellos siglos, dentro de un sistema económico y productivo muy poco eficaz, básicamente agrícola, muy necesitado de mano de obra humana, sin máquinas, sin motores, con una tecnología muy rudimentaria, en comparación con la nuestra? En este opúsculo, Candiard saca todas las conclusiones que ofrecen las palabras de San Pablo, y que se siguen aplicando a nuestros días. La libertad del cristiano. No sólo la ansiada libertad de esclavo —si bien muchos prefieren la servidumbre a coger con sus propias manos las riendas de su vida. Candiard habla de la libertad civil, política, vital del cristiano.
En una época en que el papa Francisco ha insistido en la necesidad de alejarse de modelos clericales, el librito de este fraile resulta esclarecedor. Muchos cristianos prefieren —es más cómodo— recibir órdenes directas para aplicar en sus vidas, en sus responsabilidades laborales y políticas, aquello que les demanda el Evangelio. ¿A qué partido político hay que votar? ¿Cuál es el salario que he de pagar a mis empleados? ¿Cómo he de reaccionar contra la injusticia? Una respuesta clara y tajante sería lo más sencillo. Pero no parece que ese sea el estilo del Dios hecho hombre.
Candiard asegura: «Hay que pensar que la libertad cristiana es demasiado nueva y revolucionaria para ser asimilada o incluso simplemente entendida en pocos minutos. Y, sin embargo, es lo más urgente que hay que explicar a los cristianos de hoy. Esa es la razón por la que comencé a escribir este librito, con la esperanza de superar de una buena vez la etapa de los balbuceos». De ahí que, inspirándose en Dostoyevski, el autor insista en que la libertad y la conciencia son un patrimonio del alma humana en el que Dios apuesta y se arriesga. «¿No terminó en la Cruz quien hubiera podido y debido ser aclamado como rey del universo?», apostilla el fraile.