

El pasado sábado 10 de octubre de 2020 tenía lugar la beatificación de Carlo Acutis en la Basílica de San Francisco, en Asís. Verdaderamente pareciera que este joven, que partió de esta vida con tan solo 15 años (el 12 de octubre de 2006), estaba destinado a este proyecto de vida, estar siempre unido a Jesús, y a trabajar por el bien no sólo desde esta tierra sino también desde el cielo. A principios de octubre de 2006 empezó a encontrarse mal de lo que parecía una gripe y, en cuestión de dos semanas, Carlo se fue, aceptando la muerte y ofreciéndola, con su sufrimiento, por el Papa, por la Iglesia y para entrar directamente en el cielo.
Carlo fue un chico alegre, sociable, sencillo, bondadoso y amante de la informática, de los videojuegos y de los animales, un joven que amaba por encima de todo a Jesús, y por ello a la Eucaristía y a la Iglesia (medio para llegar a Él). La misa diaria y la adoración eucarística llegaron a ser el centro de su vida, desde que recibió su primera comunión, una vida normal en la que también disfrutaba de amistades, actividades, deportes, se dedicaba al estudio, buscaba comunicar a Cristo a los demás…, y, lo más sorprendente, de forma “privada” llevaba a cabo una continuada labor de ayuda a los necesitados. De esa intimidad con Jesús se llenaba Carlo de amor para poder darlo a los demás y para amar también en las ofensas.
Cuando tenía 14 años se inscribió en el liceo del Instituto León XIII de Milán, dirigido por los jesuitas, donde pudo profundizar en las cualidades del hombre y, en particular, del cristiano. Fue allí donde pudo desarrollar, además, sus conocimientos de informática. Se encargó, asimismo, de ayudar a gestionar la página web de la parroquia Santa Maria Segreta. También diseñó una nueva página para el voluntariado del Instituto León XIII y participó en otros proyectos. Durante el verano de 2006 colaboró con el padre Gazzaniga para el servicio del voluntariado, trabajando con el programa Dreamweaver. El resultado impresionó mucho a los padres de los alumnos, además de por las capacidades de Carlo, por su entusiasmo, liderazgo y gentileza. Sus aptitudes para la informática no pasaron tampoco desapercibidas para un programador, autor de textos universitarios, que quedó sorprendido de que un joven de su edad tuviera tales conocimientos y lenguaje en computación. Un graduado en Economía y Comercio también alabó las cualidades del chico al respecto. Pero tal vez la obra más grande que en este campo emprendió fue la de la creación por iniciativa propia de un sitio web dedicado a los milagros eucarísticos acaecidos en todo el mundo. Él mismo se asesoró acerca de éstos y buscó toda la información. Llegó a ser un apóstol de la Eucaristía entre sus compañeros y amigos, a quienes explicaba acerca de los milagros eucarísticos.
A Carlo le impactaba mucho la humildad de los santos. Decía que hay que ser humildes y sentirse nada para ser discípulos de Cristo. Pero para él la humildad no consistía solamente en ser caritativos con los demás, se trata realmente de una de las virtudes más difíciles de tener, y la admiraba especialmente en san Francisco de Asís. De esta admiración nació en él el deseo de ser generoso con los pobres. Así se lo propuso y, por ejemplo, llevaba comida a un mendigo que se encontraba cada tarde cuando paseaba con sus perros por Asís. También a los necesitados que dormían en el pórtico de la iglesia frente a su casa de Milán a menudo les daba parte de su cena. Otras veces daba limosna, e incluso con sus ahorros llegó a comprar un saco a un pobre que dormía sobre cartones.
En los últimos momentos de su vida impresionó a médicos, enfermeras y a los que lo rodeaban la serenidad con que Carlo llevó la enfermedad y el dolor, y la confianza con que aceptó la muerte. Durante su velatorio y funeral numerosas personas quisieron estar presentes, entre ellas algunas totalmente desconocidas para los padres del joven a las que él ayudó o con las que entabló amistad. Unas semanas después su madre encontró un vídeo grabado por él dos meses antes en el que anunciaba su próxima muerte. Pero, después de ésta, la fama del chico no hizo sino aumentar, no sólo entre las personas que lo conocieron, también entre personas que a lo largo de los años empezaron a rezar pidiendo su intercesión, hasta llegar el testimonio de su vida a muchos lugares alrededor del mundo. Ha llegado así a ser un ejemplo para muchos, que lleva a reflexionar y cambiar de vida hacia Jesús, queriendo comprometernos más con el camino propuesto por Él. La vida y mensaje de Carlo son una invitación para cada uno de nosotros: “Encuentra a Dios y encontrarás el sentido de tu vida”.