

La aparición de un nuevo libro de Miguel Ayuso es siempre una buena noticia, la seguridad de que encontraremos reflexiones que nos interpelarán y nos harán profundizar y replantearnos algunas ideas que quizás habíamos asumido demasiado precipitadamente.
En este caso, con De la crisis a la excepción (y vuelta), además el campo sobre el que fija su mirada el autor es muy amplio: desde el ámbito del Derecho hasta el de la política, pasando por las relaciones Estado-Iglesia o la guerra.
Resulta difícil encontrar tiempos más propicios para hablar de crisis, algo que parece sustancial a nuestra época. Crisis que no ha aparecido ahora, con la pandemia, sino que se lleva arrastrando desde hace tiempo, que es financiera y económica, que es política e institucional, que es social, que es antropológica y moral, que es, por fin, metafísica y religiosa.
Se constata pues la crisis y se reacciona, señala el autor, en “el sentido de la «racionalización» del sistema”, sin discutir ni siquiera a título de hipótesis el modelo que se ha impuesto en nuestras sociedades, sufriendo “el espejismo de poder conservarlo haciéndolo funcionar mejor”.
Miguel Ayuso se fija en varias de las crisis que sacuden nuestro mundo. Empezando por la del “nuevo derecho” en el que la voluntad “ocupa el espacio que ha dejado vacío la expulsión de la naturaleza”. Estamos llegando a las conclusiones lógicas de unas premisas que inicialmente no se aplicaron hasta sus últimas consecuencias. Se transforman así pretensiones en “derechos”, con lo que se transforma el derecho “en instrumento de anarquía”.
En el plano político e institucional llama la atención el autor sobre la aparición de “una gobernanza democrática que ni nos gobierna ni nos representa”, con fuertes tintes tecnocráticos, un kratos sin demos, sobre los peligros de una reacción comunitarista o sobre el impacto de una laicidad que niega que exista una “invariante moral del orden político”.
A continuación, siguiendo a Thomas Molnar, Miguel Ayuso traza un análisis poco frecuente de la sociedad civil, que el liberalismo convierte “en la única expresión ideológica autorizada, mientras que la Iglesia y el Estado parecen parasitarios”. Aborda también aquí el autor la libertad de religión como liberación de lo religioso, lo que, citando a Rosmini, “es una forma radical de impiedad”. Y aparece, cómo no, la eterna tentación de la Iglesia, pensar que “la mejor política es la de seguir a la fracción dominante [políticamente] y, de manera general, la orientación de la sociedad civil hegemónica”.
Tampoco tiene desperdicio el capítulo dedicado a la guerra y a un pacifismo que la ha proscrito pero, que, en realidad no la ha eliminado, sino que “la ha hecho más total y más cruel… toda guerra se ha convertido en una despiadada lucha civil revolucionaria y sin límites”.
El último capítulo está dedicado a la situación que hemos vivido con la declaración del estado de excepción. Un estado que es legítimo, claro, pero que requiere de la prudencia política en cuanto a su aplicación, virtud ésta que brilla por su ausencia. Analiza el autor los distintos decretos y advierte de que “el «choque» creado por la epidemia, en un contexto preparado por las ideologías del transhumanismo y la posthumanidad, va a permitir avanzar hacia un Estado total o, quizá mejor, hacia la sociedad total. Pero esta es la visión de los utopistas. Porque, a su lado, lo primero que se ve es la pauperización de los pueblos y la abolición del hombre. Contradicción que no es la única, piénsese la que se da entre la autodeterminación profesada y la coacción social practicada”.
Decía al principio que los escritos de Miguel Ayuso nunca te dejan indiferente, siempre te hacen pensar. Este De la crisis a la excepción (y vuelta) no es ninguna excepción.