Hace apenas un mes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) daba la noticia de que el primer semestre del 2018 había registrado el menor número de nacidos desde 1941; unos meses antes, ya habían anunciado que el 2017 fue el año con menor tasa de natalidad de los últimos 40. Las previsiones que se publican son cada vez menos halagüeñas para un país que desde hace más de diez años registra cada vez menos nacimientos, mientras que la proporción de personas mayores aumenta, no solo por la extensión de la esperanza de vida, sino por este invierno demográfico.
Cuando se tratan estos temas, entre amigos o desde los medios o incluso la política –sobre todo si no se está en el poder-, lo que se hace ordinariamente es pedir dinero, como si fuera una sociedad en la que faltara. Es obvio que en lo que se llaman políticas sociales favorecer y facilitar el cuidado y la promoción de los hijos debe ser un tema prioritario y el dinero una buena ayuda. No obstante resulta alarmante que no se fomente realmente lo que se necesita para tener hijos que no es dinero sino esperanza.
Los padres de familias numerosas, cuando no son críticas, lo que suelen recibir son felicitaciones por su valentía. ¿Pero por qué ellos son valientes en las mismas circunstancias que muchos otros no lo son? No es el dinero ni el patrimonio ni los amigos, que importan desde luego; ellos son valientes porque tienen esperanza. Lo dijo Aristóteles: “la audacia es la característica de un hombre esperanzado”.
Peor aún, si seguimos leyendo al filósofo griego llegaremos a una conclusión sencilla: vivimos en una sociedad de cobardes… porque “el cobarde es un desesperanzado”. La falta de niños no es solo un grave problema para la sociedad española, sino el síntoma de una enfermedad mucho más profunda: la falta de esperanza. Una sociedad con niños es una sociedad audaz; es una sociedad que confía en vencer las dificultades; es una sociedad optimista y alegre; es una sociedad que no exige como prioridad defensas y garantías porque lo que prima es el temor, sino una sociedad que construye, progresa y avanza porque no tiene miedo sino esperanza.