El poeta Luis Alberto de Cuenca glosa así en ABC Cultural la aparición del último libro de Juan Manuel de Prada:
“Entre enero de 2016 y diciembre de 2020, Juan Manuel de Prada publicó mensualmente un artículo en las páginas de la edición española de la revista ‘Magnificat’, cuyo redactor jefe es Pablo Cervera Barranco. Cervera propuso a De Prada que dedicase cada artículo a glosar una obra literaria que fuese «cauce de cultura y expresión de la fe» y contribuyese a la formación espiritual, estética e intelectual de cuantos se acercasen a su lectura.
El resultado de los cinco primeros años de colaboración lo constituyen las sesenta piezas que componen el delicioso puzle objeto de este comentario, rotulado por su autor ‘Una biblioteca en el oasis’ y subtitulado ‘Literatura para la fe’. Cualquier cosa, de cualquier género o especie, firmada por Juan Manuel se convierte en mensaje de felicidad para sus lectores, pues su inconfundible estilo, marcado por un neobarroquismo irónico y lúdico, te atrapa en unas redes de talento expresivo tan singular e irrepetible que hacen de su escritura uno de los sucesos más importantes y significativos de las últimas décadas en el cronograma de las letras españolas contemporáneas.
Agua fresca
Así formula De Prada el deseo primordial que lo ha impulsado a confeccionar su estupendo catálogo en el párrafo final del texto liminar que, tras una breve nota del editor, inaugura el libro: «Ojalá la biblioteca que aquí te ofrezco, querido lector, te conduzca hasta el centro del oasis, donde se esconde una fuente amena y rumorosa que nunca cesa de manar. Esa fuente de agua fresca en el centro del oasis es Dios, dispuesto a refrescar y devolver el vigor y la alegría a quienes vagamos exhaustos por el desierto».
Después de tan brillante declaración de intenciones, entramos ya en materia con un primer artículo consagrado a G. K. Chesterton y a su obra ‘El hombre eterno’ (1925), respuesta del escritor inglés al ‘Esquema de la Historia’ de su compatriota H. G. Wells, que entonces gozó de gran éxito y que constituía, entre otras muchas cosas, una apología del ateísmo. Chesterton es, por cierto, el autor que más ítems tiene en el libro, hasta un total de ocho, seguido a distancia por Robert Benson y el jesuita argentino Leonardo Castellani (ambos con cuatro); por Léon Bloy, C. S. Lewis y el cardenal Newman (con tres), y por Hilaire Belloc, Pedro Calderón de la Barca, Shusaku Endo, Ernest Hello y Gustave Thibon (con dos obras cada uno). De los veinticinco autores restantes tan solo se comenta un libro en la biblioteca del oasis; entre ellos citaré, por orden alfabético, a Bernanos, Cervantes, Dickens, Flannery O’Connor, Pablo d’Ors, los imprescindibles Papini y Joseph Roth, Sienkiewicz, Morris West o el cardenal Wiseman.
Precioso cuadro
La edición, primorosamente cuidada por Pablo Cervera, reproduce en cubierta ‘La escuela del silencio’ (1929), un precioso cuadro del simbolista belga Jean Delville, y añade al final una lista con el número y la fecha de ‘Magnificat’ en que vio la luz cada artículo (solo el último, consagrado a una novela de Castellani, vulnera la omnipresencia de ‘Magnificat’ como fuente del libro, pues se publicó en ‘L’Osservatore Romano’ en 2015). ‘Una biblioteca en el oasis’ tiene algo de aquellos seis magníficos tomos del teólogo belga Charles Moeller que aparecieron entre 1955 y 1995 en español con el título de ‘Literatura del siglo XX y cristianismo’.
Pero, además de un diccionario personalísimo de obras literarias de todas las épocas relacionadas con la fe católica, el libro de Prada es una muesca más en el revólver de su genio como escritor, de su admirable método exclusivo para juntar palabras y producir belleza con ellas, de su innata capacidad -lo conozco y lo admiro desde hace más de treinta años- para provocar adicción en el lector a todo lo que escribe, sea del género que sea”.